lunes, 19 de julio de 2010

Sobre HONESTIDAD

Fin de Platón

Por: Richard Webb
Lunes 19 de Julio del 2010

Mi amigo se quejó con un periodista de Puno: "¿Por qué no publicas la verdad completa?". El periodista respondió: "¿Quieres que me linchen?" .

Una estudiante de administración me cuenta que renunció a su primer trabajo en una empresa de cazatalentos cuando descubrió que para lograr contactar a los candidatos potenciales debía mentir en el teléfono, haciéndose pasar por una vendedora o amiga.

En la política y en los negocios abundan las medias verdades y engaños. Parecería no valorarse el precepto de Benjamín Franklin que sostiene que la mejor política es la honestidad. Se impone más bien el precepto contrario de Platón, quien defendió "la mentira noble" en aras de lograr un fin práctico. Erasmo, católico devoto y gran humanista del Renacimiento, aprobó el argumento de Platón, diciendo que "debemos admitir que las mentiras sirven al pueblo".

En todo caso, en el pasado la prédica a favor de la verdad estuvo dirigida más a la vida personal que a la vida colectiva. Cuando se trataba de la defensa nacional, por ejemplo, ser transparente venía a ser una traición, y el santo patrón de las escuelas de defensa y de diplomacia era Maquiavelo.

Hoy nos quejamos de los tránsfugas, pero no recordamos la normalidad de la mentira y de la traición en la vida política de los siglos pasados. Tampoco se esperaba ni se predicaba la honestidad en los negocios. Y si repasamos los siglos de contienda religiosa, encontramos una historia cargada de intriga, equívoco y prevaricación. Pero, repentinamente, la transparencia ha pasado a la primera plana de la vida pública y colectiva. Aunque la influencia de Platón y Maquiavelo se mantiene en los temas de la seguridad, el nuevo mandato para la política y la economía es la honestidad a rajatabla. A los políticos se les sigue minuto a minuto, con más atención al detalle de sus vidas que a los resultados de su gestión.

La transparencia sería la llave para la democracia. En la economía, la transparencia ahora se considera un requisito para la eficiencia, y es base para la confianza mutua, el crédito, y el cálculo acertado que asegura la buena inversión y el buen negocio. La sorpresiva moralización de la prédica económica es tal que escuchando a un economista uno cree estar escuchando a un sacerdote. Entramos a un mundo con menos espacio para la mentira noble de Platón.


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