Carlos Roca, candidato
Por Nelson Manrique
El anuncio de Carlos Roca de que no renuncia a su candidatura a la alcaldía de Lima viene agitando el cotarro en el Apra. Es de admirar su optimismo cuando afirma que su candidatura "está más fuerte que nunca, con el apoyo del Partido Aprista", o cuando dice que va a ganar, porque "si se dice que el Apra tiene 2%, eso no lo cree nadie". En realidad, las encuestas le otorgan un 1% de respaldo pero, más allá de si existe un complot de las encuestadoras para ocultar su abrumador respaldo popular, el tema es de qué manera la elección municipal va a servir o no a la candidatura de Alan García para el 2016.
Roca puede reclamar válidamente que tiene el apoyo de una parte del Apra: ese es el mensaje que ha enviado al mundo al negar su renuncia y al anunciar su inminente victoria desde el local partidario de la Av. Alfonso Ugarte. Pero enuncia un buen deseo cuando invoca su elección democrática y "el respeto a la voluntad de la militancia" como argumentos para seguir en carrera. A estas alturas la dirigencia del Apra se ha reunido para discutir su retiro y Roca puede quejarse de la "infidencia" cometida en su contra por un dirigente infraterno (que no identifica), pero no puede tapar el sol con un dedo.
Es evidente que la candidatura de Roca no goza del respaldo de la dirección del Apra; basta ver la displicencia con que la han acogido, que le ha llevado a atribuir su no despegue a que no cuenta con los recursos económicos para financiar su campaña: un argumento extraordinario, considerando que en su equipo figura nada menos que Carlos Arana.
El problema va en otra dirección. Alan García hubiera preferido un candidato independiente apoyado por el Apra. Roca fue elegido en parte porque no se consiguió el independiente utilizable y en parte porque las bases apristas vieron en su elección una oportunidad para marcar distancias con García, demostrando que el partido es algo más que un simple vagón enganchado a la locomotora presidencial.
El ánimo autonomista de las bases empató con un intento de cambio en el posicionamiento político de Carlos Roca. Hasta aquí éste ha mantenido un perfil tan bajo como para despertar la envidia de un lenguado, al parecer porque tiene claro que oponerse a García cuando éste está en el poder es un suicidio. Su simpatía y un cierto humor irónico le permitieron llevar la fiesta con elegancia durante estos años (alguna vez respondió a la demanda de un pronunciamiento sobre Alan García: "¡Ustedes quieren que me quiten la embajada en Italia!").
Pero eso viene cambiando en los últimos tiempos. Ciertos comentarios suyos, relativos a la corrupción y la ética, marcan distancias con el jefe, por lo que no sería de descartar que prepare un reentré político para cuando García abandone el poder, sintonizando con las bases juveniles que cuestionan el camino que viene siguiendo el Apra. Algo que sería muy bueno, dado que por capacidad y honestidad él parece situarse claramente por encima del promedio de la actual dirección aprista. Para eso no necesita ganar la alcaldía y ni siquiera ser candidato. Basta con que la dirección se lo impida, para convertirse en el símbolo del descontento partidario.
Desgraciadamente la candidatura municipal de Roca podría ser funcional a los planes de García. Una desabarrancada electoral de Roca hoy podría ser un regalo del cielo para enfrentar mañana el ánimo levantisco de esas bases apristas que demandan un candidato presidencial propio, rebelándose contra el Gran Elector (Jorge del Castillo es la viva demostración de que, al menos al interior del Apra, Alan García sí puede impedir que sea candidato quien él no quiere). Si Roca cosecha un desastre en las municipales, ¿quién se atrevería a enfrentar a García a la hora de decidir la estrategia electoral para las presidenciales?
Demostrar que el Apra es algo más que un simple vagón en espera de su locomotora exigirá bastante más que una episódica rebelión electoral.
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