La otra historia
Por: Alberto Adrianzén M. (*)
Al cumplirse los diez años de la Marcha de los Cuatro Suyos (M4S), hemos tenido una suerte de conato de discusión respecto a las causas que provocaron el fin del fujimorismo. Para unos fueron las internas; para otros las externas, en especial el papel que jugó EEUU.
Es cierto que la M4S no produjo la caída del fujimorismo, pero es un error aún mayor sobrevalorar el factor externo y el papel de los EEUU. Si se observa bien ese periodo, la caída de Fujimori fue un complejo proceso que empezó tres años antes con importantes movilizaciones sociales y con el desgaste del régimen.
Todos estos hechos internos, más los factores externos que se expresaron primero en el valiente papel de Eduardo Stein, Jefe de la Misión Electoral de la OEA, y luego en la Asamblea de este organismo, no dieron como resultado el fin de Fujimori pero sí una nueva correlación que tuvo la capacidad de acotar los rasgos más autoritarios del régimen. Ese fue el papel de la Mesa de Diálogo de la OEA. Se puede afirmar que hasta ese momento EEUU y la OEA jugaban a que un Fujimori moderado y menos autoritario, cumpliese los cinco años de gobierno.
Dudo mucho que hayan sido los negocios de Montesinos con las FARC el factor determinante para que EEUU cambie de opinión. Hasta ahora nadie ha podido mostrar evidencia alguna al respecto. Además, no hay que olvidarse que Montesinos mantenía vínculos con los EEUU, incluso, antes de 1990. Asimismo, que la OEA y los EEUU, fueron los que facilitaron la primera fuga de Montesinos a Panamá. Es posible que EEUU haya pensado que un gobierno sin Montesinos era más potable interna y externamente.
En este nuevo contexto, el video Kouri-Montesinos y el anuncio de Fujimori de convocar a nuevas elecciones (Montesinos se oponía a ello) fue el inicio del fin. Aquí se jugaron dos estrategias, por un lado los que planteaban que la transición debía ser conducida por el propio Fujimori, esa fue la idea, por ejemplo, de Lourdes Flores y, sospecho también, de los EEUU; y por el otro, aquellos que estábamos por la renuncia inmediata del dictador.
Por eso, el conflicto se traslada de la Mesa de la OEA al Congreso, bastión del fujimorismo. Cuando se fractura el fujimorismo en el Parlamento y la oposición logra ganar la presidencia del Congreso, Fujimori decide renunciar por fax y quedarse en el Japón. Sabía que no podía gobernar con un Congreso en contra porque su primera acción hubiese sido pedir su vacancia. En este escenario EEUU no solo estuvo ausente sino que perdió. Su idea de un fujimorismo sin Montesinos no fue posible.
Al día siguiente de la renuncia de Fujimori, Valentín Paniagua, en ese momento Presidente del Congreso, recibió a la delegación norteamericana encabezada por Peter Romero. En mi rol de asesor estuve presente en la reunión y recuerdo un hecho anecdótico pero revelador: fueron las palabras de Paniagua cuando vio entrar al embajador norteamericano, John Hamilton: "Mucho gusto de conocerlo personalmente". El embajador estaba tan ausente de este proceso, por sus compromisos con Fujimori, que nunca se había reunido con Paniagua. Los norteamericanos estaban más que perdidos, no entendían lo que pasaba. Aquella noche la delegación abandonó el país. Horas más tarde Ricardo Márquez, segundo vicepresidente, llamó a Paniagua para decirle que lo esperaba en Palacio. Paniagua le respondió: "No, venga usted al Congreso". Esa noche, el lunes 20 de noviembre, Márquez renunciaba. El resto ya lo conocemos.
Es cierto que la M4S, el lavado de la bandera y las movilizaciones ciudadanas no tumbaron a Fujimori, pero sin estos hechos –en los que participaron cientos de miles de peruanos y no solo grupos mesocráticos– la caída del fujimorismo no hubiese sido posible. Generaron el clima político y cultural para el desarrollo de esta epopeya democrática que hoy la derecha quiere reescribir para salvar al fujimorismo y al neoliberalismo.
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