¿De qué color quiere su gato?
El gobierno cubano anuncia un periodo de consulta/debate sobre el rumbo económico de la isla, desde ahora hasta febrero del próximo año. La decisión acompaña el anuncio, hace ya varias semanas, de medidas de emergencia entre las que está el despido de medio millón de trabajadores estatales. Cuba se empieza a acercar al capitalismo privado.
La impresión es que 30 años después La Habana se dispone a tomar el camino de Deng Xiaoping: "No importa que el gato sea blanco o negro, con tal que cace ratones". Lo cual en los hechos significó una drástica apertura a la inversión extranjera, al mercado global y algunas formas limitadas de competencia privada.
La Habana no es Beijing. Washington no tuvo más alternativa que aceptar los cambios económicos en China sin una democratización del régimen. Parece poco probable que Cuba logre un acuerdo parecido. La presión de los cubanos de Miami ha perdido algo de su ferocidad, pero sigue siendo un factor importante en las relaciones con EEUU.
Aunque ese no es el problema inmediato del PC cubano. Ahora la cuestión es más bien cómo minimizar las consecuencias sociales de un programa de ajuste económico, sin tener que hacer cambios en la estructura de gobierno, es decir el propio partido en el poder. Para eso tendrían que acelerar los cambios en dirección del capitalismo.
No suena fácil. La población cubana no es, como se le caricaturiza a veces, un conjunto de procapitalistas sometidos por un régimen opresivo. El estado de bienestar cubano (educación, salud, igualitarismo) es paupérrimo, pero tiene muchos puntos a su favor. Para los cubanos las bondades del capitalismo son una cantidad desconocida.
En otras palabras, da la impresión de que no hay grandes presiones sociales a favor de tomar la vía rápida hacia el capitalismo sin atenuantes. La gente preferiría, como lo expresaba en Europa del este en 1989, "Lo mejor de los dos sistemas". Así, la necesidad del cambio a la china tiene más que ver con las apremiantes necesidades de la dirigencia.
A primera vista Cuba está en un momento óptimo para una apertura: el petróleo venezolano es un poco el sucedáneo de las compras soviéticas de azúcar, el Alba es un área de expansión comercial modesta pero real, Brasil y parte de la EU no comparten el antifidelismo de los EEUU. Pero el problema no es tanto geopolítico, sino más bien interno.
Los únicos cambios con real sentido serían los que aumenten la productividad de la isla, y esto no parece ser posible sin cambios en la estructura social, la cual depende a su vez de cambios políticos. Pero esto último no está en la consulta que lleva al Congreso del PC cubano que se realizará en abril próximo.
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