Escribe César Hildebrandt
Cuando escribo estas líneas, Mario Vargas Llosa afirma en público que votará por Alejandro Toledo.
Que Toledo agradezca y se persigne.
Casi al mismo tiempo, Toledo, más teatral patriótico que nunca, anuncia que Hugo Chávez quiere virtualmente apoderarse del Perú y por eso "llama a los demócratas para salvar al país".
Los demócratas son, en su concepto, Castañeda, PPK y el Apra.
¿El Apra de los faenones? Sí.
¿El Castañeda de tantas explicaciones financieras no dadas? ¿El PPK de las mil vainas sucias? Sí:
Toledo, el estadista que llamó a Juan Almeida a servirlo y a PPK para que negociara lo del gas y a Mufarech para ver si compraba el Canal 4, convoca al Perú sano y sagrado para que enfrente, como una piña, la amenaza chavista encarnada en Ollanta Humala.¿No era que Humala estaba siendo asesorado por gente de Lula? ¿No era que, a pesar de todo, el candidato de izquierda quería ser, más bien de centro-izquierda?
No, dice tácitamente Toledo. Todo era una jugarreta para hacernos creer que Chávez, el patrón de verdad, había dejado de mandar. Y si Humala es Chávez, pues hay que reunirnos —los demócratas— para parar esto o para, en todo caso, patear el tablero.
Triste papel el de Toledo.
Más triste todavía si sabemos, como sabemos, que lo que acaba de decir lo ha dicho porque ya conoce algunos papeles que podrían estar alejándolo de la segunda vuelta. Presunto perdedor fulminado por sus propios errores, al señor Toledo sólo le queda ahora subirse al escenario para interpretar, al piano, la marcha fúnebre de Chopin. Sólo le queda la apelación al terror. Sólo le queda el ofrecimiento de presidir el combate en contra de la Comuna de París que se viene, del bolchevismo que nos jaquea, de la marea roja montada en el caballo de Bolívar.
Nadie tiene la culpa de que Toledo fuera un primero precoz que no supo seguir siendo primero.
La culpa es suya. Primero, por permitir que Carlos Bruce dirigiera su campaña y sembrara temas como el aborto o la unión civil homosexual, minas que sectores de la Iglesia hicieron estallar.Nadie sino él tuvo la culpa de que las propuestas se borraran y aparecieran los ataques a PPK, a Castañeda, a Humala, a Keiko y a García.
La soberbia de sentirse investido antes de tiempo hizo que Toledo se fuera desmoronando. Y fue por todas las comarcas administrando admoniciones y llamados de atención. Hasta que mucha gente se hartó.
Se hartó más cuando Toledo cometió errores infantiles como aquel de examinarse un pelo para descartar la acusación que Castañeda le había lanzado para provocarlo. ¿No había nadie que le dijera que eso fue una de las mayores estupideces que pudo haber cometido? El problema es que Toledo se rodea de ayayeros a los que les tiembla la voz cuando tienen que opinar. Toledo se escucha a sí mismo en estéreo pero baja el audio cuando otros le hablan.
El asunto es que con este llamado formulado desde la derrota, Toledo podría haber acelerado su deterioro. Y lo más increíble es que algunos especialistas todavía le daban, el miércoles 7 a las 3 de la tarde, chance para disputar con Humala la segunda vuelta
Es cierto que las opiniones estaban divididas, pero, en ese caso, no cabía sino despedirse con un cierre multitudinario y con la esperanza que los caballeros suelen tener a la hora de esperar el destino.
Patear el tablero y subirse al podio del terror para ganarse alguito no dignifica la carrera de un político que se hizo grande combatiendo, precisamente, a una dictadura que inspiraba asco y miedo.
A estas alturas de la elección lo único que podría estar seguro —repito: podría—es que el señor Humala, a pesar del descuartizamiento del que es víctima por parte de toda la "gran prensa' pasará a segunda vuelta. Esto es lo que dicen los analistas y los rumorólogos.
El asunto es el segundo lugar. Y eso es algo que se resolverá en los últimos segundos. Como esos partidos de fútbol que varían su resultado en los descuentos.
¿Será Alberto Fujimori representado por su hija? ¿Será PPK? ¿Será todavía Toledo? (Como se notará no me formulo ninguna pregunta en relación a Luis Castañeda, a quien una junta de médicos acaba de considerar, lamentablemente, víctima de un coma electoral sin retorno).
Nadie sabe a dónde irán a parar los votos de ese 1 por ciento de indecisos que, contra todo pronóstico, se estaría manteniendo. Manuel Saavedra, de CPI, nos dijo que el promedio histórico de indecisión llega al 6% y que el volumen que podría estar dándose en estas elecciones tiene algo de anormal.
Para él, en ese bolsón de indefinidos provisionales están los votos apristas. Y todo indica que Alan García ya dio la orden para que el pedazo de partido que aún le obedece vote por PPK. Eso podría ser, dicen los entendidos, entre un 2 y 3 por ciento de los votos. No es poca cosa si se considera que esta sería, si fuera hípica, una llegada definida por pescuezo o por nariz.
Para Fernando Tuesta pueden ser también decisivos los votos de los 750,000 peruanos que votarán en & extranjero. Ese, por lo general, es un voto conservador.
En el 2006, el 58% de los peruanos que votó lejos de su país lo hicieron por Lourdes Flores.
Pero Saavedra añade un elemento digno de ser considerado: la población rural no encuestada hasta ahora, la que vive en caseríos dispersos y remotos, la que baja a votar el día de las elecciones' Esa población suma dos millones de peruanos, pero tiene una tradición de notorio ausentismo Aun así aun en el caso de que sólo votara la mitad de esos peruanos, estaríamos hablando de un millón de votos.
Y esos votos no son precisamente de derecha. Provienen —es bueno recordarlo— de regiones donde, según las cifras oficiales citadas por CEPLAN en su última publicación, los pobres extremos son el 28 por ciento y los pobres el 60%. ¿Será redundante decir que los no pobres rurales del país suman sólo el 12% de esa población?
Y todavía hay gente que se pregunta por qué un hombre como Humala, de una medianía decepcionante ampliamente demostrada en el debate, puede suscitar los fervores que despierta en muchas plazas.
Esa gente es la que no se ha dado cuenta de que, en plena bonanza, hay en el Perú de Yanacocha y García 34,8 por ciento de pobres, de los cuales 11,5% son pobres extremos. Lo que nos sitúa por debajo de Chile, Argentina, Brasil, México o Colombia. Son los que no se han enterado de que en el Perú de hoy tienen sistema de desagüe el 53% de sus pobladores (datos del INEI-ENAHO). Y son los que no quieren saber que en el 2009—las últimas cifras de las que disponemos—el 30,1 por ciento de la población nacional tenía déficit calórico, que es una manera burocrática de nombrar al hambre.
Eso explica en parte a Humala.
El resto lo ha hecho la sinvergüencería, cada día más ignorante, de una derecha que cree que la caída del muro y la ola mundial de conservadurismo de los 90 del siglo pasado, le da patente de corso para hacer lo que le da la gana y tratar a los demás, incluyendo a sus trabajadores, como una incomodidad fatalmente necesaria. Esa derecha que no se merece el país que siempre saqueó no se da cuenta que su autismo guanero resulta inaceptable. Harta verla leyendo sus periódicos, consumiendo su propia tele, apareciendo en los cuchés de Cosas y El Comercio y creyéndose el discurso baboso de que hay una sola fórmula, una sola verdad y unos protagonistas impertérritos (o sea, ellos) de una película que jamás terminará. Bueno, es tiempo de que vuelvan a ver Lo que el viento se llevó.
En cuanto al señor Humala, habría que decir algunas cosas.
Si pasara a la segunda vuelta, lo primero que tendría que hacer es enfrentarse decentemente a un dilema: o confirma su programa de gobierno o dice, con toda sencillez, que abjura de él.
Lo que no puede seguir haciendo es mantener el discurso brasileño de la plaza sin referirse, honestamente, a la matriz de sus proyectos.
Si abandonara su programa tendría que explicarnos a qué capítulos renuncia y con qué nuevas ideas podemos contar para el análisis.
Si confirmara su proyecto original tendría que ser consecuente y defenderlo en calles y plazas. No hay una sola línea en él, como dice la derecha, que ponga en peligro la democracia.
Lo que pasa es que la influencia conservadora es tan poderosa que crea sentimientos de culpa hasta en sus contradictores y asusta a quienes, precisamente, dicen querer vencer al miedo. Nadie quiere a un émulo de Chávez en el Perú y el hecho de que el señor Humala no se haya distanciado enérgicamente de él es una omisión que debe reparar.
Nadie quiere a un hombre de buena fe que ordene una impresión apocalíptica de billetes para subir los salarios. Nadie quiere que el Estado naufrague en un mar de empresas deficitarias. Nadie quiere que la inversión extranjera huya despavorida. Pero dudo de que todos los peruanos aceptemos a este gobierno traidor escorado a la derecha, despatriado porque así lo quiere, abusivo con los débiles y arrodillado ante los poderosos, convertido en súbdito incondicional de todo aquello que pueda gustarle a Odebrecht.
El modelo económico necesita ajustes cualitativos. La Constitución golpista del 93 debiera ser renovada. Nuevos medios de comunicación podrían también estar en manos de sus periodistas. El gas para el consumo interno en primer lugar es algo que sólo la Hunty PPK objetarían. Renegociar regalías con las mineras no nos llevaría a la quiebra. Respetar la voluntad de Islay no nos hará menos país. Etcétera.
Hace muchos años, en 1962, hubo una elección tan reñida como esta. Víctor Raúl Haya de la Torre ganó por menos de un punto a Fernando Belaunde Terry. Tercero llegó el ex dictador Manuel Odría, no demasiado lejos.
Cuando la mayoría del Congreso había decidido, discretamente, elegir a Haya, los militares, que habían anunciado desde antes su repugnante veto en contra del líder aprista, dieron un golpe de Estado.
El golpismo convocó a nuevas elecciones. Las ganó, desdorosamente, Belaunde. Cuando Belaunde quiso plantear reformas absolutamente modestas e imprescindibles, el Apra, pervertida por Haya, se alió a la vieja derecha agraria y saboteo la gestion del Ejecutivo.
Entonces vinieron otra vez los militares, pero esta vez ya no convocaron a elecciones sino que proclamaron la revolución. El movimiento tenía como objetivo quitarle para siempre las banderas del cambio al Apra y vacunar al país contra el comunismo. La derecha odió a ese gobierno de "cachacos traidores" como hoy odia a Humala, otro militar reformista.
Es que para la derecha los cachacos debieran ser siempre como su Prado (Mariano Ignacio), su Sánchez Cerro, su Benavides, su Odría.
El pasado nos sigue persiguiendo Hoy hay también ideas vetadas, odios poderosos, malditos que no merecen nada, "extranjeros" indeseables, emisarios del mal, oligarquías que hablan de principios mientras esgrimen sus chequeras y cargan la pólvora de sus viejos diarios. Amén.
De: Luis Lazo Valdivia <lucholazo@hotmail.com>
Fecha: 9 de abril de 2011 23:18
Asunto: [SANFERNANDOPERU] LA DUDA ES SOBRE EL SEGUNDO LUGAR - Escribe César Hildebrandt
Para: sanfernando80@gruposyahoo.com, G SAN FERNANDO PERU <sanfernandoperu@yahoogroups.com>
To: historiadelperu@yahoogroups.com; perurepublicano@yahoogroups.com; interquorum-peru@yahoogroups.com; UnidosenDefensadenuestrosDerechos@yahoogroups.com
From: wayin767@gmail.com
Date: Sat, 9 Apr 2011 22:30:21 -0500
Subject: Interquorum-Peru Escribe César Hildebrandt
LA DUDA ES SOBRE EL SEGUNDO LUGAR
Escribe César Hildebrandt
Cuando escribo estas líneas, Mario Vargas Llosa afirma en público que votará por Alejandro Toledo.
Que Toledo agradezca y se persigne.
Casi al mismo tiempo, Toledo, más teatral patriótico que nunca, anuncia que Hugo Chávez quiere virtualmente apoderarse del Perú y por eso "llama a los demócratas para salvar al país".
Los demócratas son, en su concepto, Castañeda, PPK y el Apra.
¿El Apra de los faenones? Sí.
¿El Castañeda de tantas explicaciones financieras no dadas?
¿El PPK de las mil vainas sucias? Sí:
Toledo, el estadista que llamó a Juan Almeida a servirlo y a PPK para que negociara lo del gas y a Mufarech para ver si compraba el Canal 4, convoca al Perú sano y sagrado para que enfrente, como una piña, la amenaza chavista encarnada en Ollanta Humala.
¿No era que Humala estaba siendo asesorado por gente de Lula? ¿No era que, a pesar de todo, el candidato de izquierda quería ser, más bien de centro-izquierda?
No, dice tácitamente Toledo. Todo era una jugarreta para hacernos creer que Chávez, el patrón de verdad, había dejado de mandar. Y si Humala es Chávez, pues hay que reunirnos —los demócratas— para parar esto o para, en todo caso, patear el tablero.
Triste papel el de Toledo.
Más triste todavía si sabemos, como sabemos, que lo que acaba de decir lo ha dicho porque ya conoce algunos papeles que podrían estar alejándolo de la segunda vuelta. Presunto perdedor fulminado por sus propios errores, al señor Toledo sólo le queda ahora subirse al escenario para interpretar, al piano, la marcha fúnebre de Chopin. Sólo le queda la apelación al terror. Sólo le queda el ofrecimiento de presidir el combate en contra de la Comuna de París que se viene, del bolchevismo que nos jaquea, de la marea roja montada en el caballo de Bolívar.
Nadie tiene la culpa de que Toledo fuera un primero precoz que no supo seguir siendo primero.
La culpa es suya. Primero, por permitir que Carlos Bruce dirigiera su campaña y sembrara temas como el aborto o la unión civil homosexual, minas que sectores de la Iglesia hicieron estallar.
Nadie sino él tuvo la culpa de que las propuestas se borraran y aparecieran los ataques a PPK, a Castañeda, a Humala, a Keiko y a García.
La soberbia de sentirse investido antes de tiempo hizo que Toledo se fuera desmoronando. Y fue por todas las comarcas administrando admoniciones y llamados de atención. Hasta que mucha gente se hartó.
Se hartó más cuando Toledo cometió errores infantiles como aquel de examinarse un pelo para descartar la acusación que Castañeda le había lanzado para provocarlo. ¿No había nadie que le dijera que eso fue una de las mayores estupideces que pudo haber cometido? El problema es que Toledo se rodea de ayayeros a los que les tiembla la voz cuando tienen que opinar. Toledo se escucha a sí mismo en estéreo pero baja el audio cuando otros le hablan.
El asunto es que con este llamado formulado desde la derrota, Toledo podría haber acelerado su deterioro. Y lo más increíble es que algunos especialistas todavía le daban, el miércoles 7 a las 3 de la tarde, chance para disputar con Humala la segunda vuelta
Es cierto que las opiniones estaban divididas, pero, en ese caso, no cabía sino despedirse con un cierre multitudinario y con la esperanza que los caballeros suelen tener a la hora de esperar el destino.
Patear el tablero y subirse al podio del terror para ganarse alguito no dignifica la carrera de un político que se hizo grande combatiendo, precisamente, a una dictadura que inspiraba asco y miedo.
A estas alturas de la elección lo único que podría estar seguro —repito: podría—es que el señor Humala, a pesar del descuartizamiento del que es víctima por parte de toda la "gran prensa' pasará a segunda vuelta. Esto es lo que dicen los analistas y los rumorólogos.
El asunto es el segundo lugar. Y eso es algo que se resolverá en los últimos segundos. Como esos partidos de fútbol que varían su resultado en los descuentos.
¿Será Alberto Fujimori representado por su hija? ¿Será PPK? ¿Será todavía Toledo? (Como se notará no me formulo ninguna pregunta en relación a Luis Castañeda, a quien una junta de médicos acaba de considerar, lamentablemente, víctima de un coma electoral sin retorno).
Nadie sabe a dónde irán a parar los votos de ese 1 por ciento de indecisos que, contra todo pronóstico, se estaría manteniendo. Manuel Saavedra, de CPI, nos dijo que el promedio histórico de indecisión llega al 6% y que el volumen que podría estar dándose en estas elecciones tiene algo de anormal.
Para él, en ese bolsón de indefinidos provisionales están los votos apristas. Y todo indica que Alan García ya dio la orden para que el pedazo de partido que aún le obedece vote por PPK. Eso podría ser, dicen los entendidos, entre un 2 y 3 por ciento de los votos. No es poca cosa si se considera que esta sería, si fuera hípica, una llegada definida por pescuezo o por nariz.
Para Fernando Tuesta pueden ser también decisivos los votos de los 750,000 peruanos que votarán en & extranjero. Ese, por lo general, es un voto conservador.
En el 2006, el 58% de los peruanos que votó lejos de su país lo hicieron por Lourdes Flores.
Pero Saavedra añade un elemento digno de ser considerado: la población rural no encuestada hasta ahora, la que vive en caseríos dispersos y remotos, la que baja a votar el día de las elecciones' Esa población suma dos millones de peruanos, pero tiene una tradición de notorio ausentismo Aun así aun en el caso de que sólo votara la mitad de esos peruanos, estaríamos hablando de un millón de votos.
Y esos votos no son precisamente de derecha. Provienen —es bueno recordarlo— de regiones donde, según las cifras oficiales citadas por CEPLAN en su última publicación, los pobres extremos son el 28 por ciento y los pobres el 60%. ¿Será redundante decir que los no pobres rurales del país suman sólo el 12% de esa población?
Y todavía hay gente que se pregunta por qué un hombre como Humala, de una medianía decepcionante ampliamente demostrada en el debate, puede suscitar los fervores que despierta en muchas plazas.
Esa gente es la que no se ha dado cuenta de que, en plena bonanza, hay en el Perú de Yanacocha y García 34,8 por ciento de pobres, de los cuales 11,5% son pobres extremos. Lo que nos sitúa por debajo de Chile, Argentina, Brasil, México o Colombia. Son los que no se han enterado de que en el Perú de hoy tienen sistema de desagüe el 53% de sus pobladores (datos del INEI-ENAHO). Y son los que no quieren saber que en el 2009—las últimas cifras de las que disponemos—el 30,1 por ciento de la población nacional tenía déficit calórico, que es una manera burocrática de nombrar al hambre.
Eso explica en parte a Humala.
El resto lo ha hecho la sinvergüencería, cada día más ignorante, de una derecha que cree que la caída del muro y la ola mundial de conservadurismo de los 90 del siglo pasado, le da patente de corso para hacer lo que le da la gana y tratar a los demás, incluyendo a sus trabajadores, como una incomodidad fatalmente necesaria.
Esa derecha que no se merece el país que siempre saqueó no se da cuenta que su autismo guanero resulta inaceptable. Harta verla leyendo sus periódicos, consumiendo su propia tele, apareciendo en los cuchés de Cosas y El Comercio y creyéndose el discurso baboso de que hay una sola fórmula, una sola verdad y unos protagonistas impertérritos (o sea, ellos) de una película que jamás terminará. Bueno, es tiempo de que vuelvan a ver Lo que el viento se llevó.
En cuanto al señor Humala, habría que decir algunas cosas.
Si pasara a la segunda vuelta, lo primero que tendría que hacer es enfrentarse decentemente a un dilema: o confirma su programa de gobierno o dice, con toda sencillez, que abjura de él.
Lo que no puede seguir haciendo es mantener el discurso brasileño de la plaza sin referirse, honestamente, a la matriz de sus proyectos.
Si abandonara su programa tendría que explicarnos a qué capítulos renuncia y con qué nuevas ideas podemos contar para el análisis.
Si confirmara su proyecto original tendría que ser consecuente y defenderlo en calles y plazas. No hay una sola línea en él, como dice la derecha, que ponga en peligro la democracia.
Lo que pasa es que la influencia conservadora es tan poderosa que crea sentimientos de culpa hasta en sus contradictores y asusta a quienes, precisamente, dicen querer vencer al miedo. Nadie quiere a un émulo de Chávez en el Perú y el hecho de que el señor Humala no se haya distanciado enérgicamente de él es una omisión que debe reparar.
Nadie quiere a un hombre de buena fe que ordene una impresión apocalíptica de billetes para subir los salarios. Nadie quiere que el Estado naufrague en un mar de empresas deficitarias. Nadie quiere que la inversión extranjera huya despavorida. Pero dudo de que todos los peruanos aceptemos a este gobierno traidor escorado a la derecha, despatriado porque así lo quiere, abusivo con los débiles y arrodillado ante los poderosos, convertido en súbdito incondicional de todo aquello que pueda gustarle a Odebrecht.
El modelo económico necesita ajustes cualitativos. La Constitución golpista del 93 debiera ser renovada. Nuevos medios de comunicación podrían también estar en manos de sus periodistas. El gas para el consumo interno en primer lugar es algo que sólo la Hunty PPK objetarían. Renegociar regalías con las mineras no nos llevaría a la quiebra. Respetar la voluntad de Islay no nos hará menos país. Etcétera.
Hace muchos años, en 1962, hubo una elección tan reñida como esta. Víctor Raúl Haya de la Torre ganó por menos de un punto a Fernando Belaunde Terry. Tercero llegó el ex dictador Manuel Odría, no demasiado lejos.
Cuando la mayoría del Congreso había decidido, discretamente, elegir a Haya, los militares, que habían anunciado desde antes su repugnante veto en contra del líder aprista, dieron un golpe de Estado.
El golpismo convocó a nuevas elecciones. Las ganó, desdorosamente, Belaunde. Cuando Belaunde quiso plantear reformas absolutamente modestas e imprescindibles, el Apra, pervertida por Haya, se alió a la vieja derecha agraria y saboteo la gestion del Ejecutivo.
Entonces vinieron otra vez los militares, pero esta vez ya no convocaron a elecciones sino que proclamaron la revolución. El movimiento tenía como objetivo quitarle para siempre las banderas del cambio al Apra y vacunar al país contra el comunismo. La derecha odió a ese gobierno de "cachacos traidores" como hoy odia a Humala, otro militar reformista.
Es que para la derecha los cachacos debieran ser siempre como su Prado (Mariano Ignacio), su Sánchez Cerro, su Benavides, su Odría.
El pasado nos sigue persiguiendo Hoy hay también ideas vetadas, odios poderosos, malditos que no merecen nada, "extranjeros" indeseables, emisarios del mal, oligarquías que hablan de principios mientras esgrimen sus chequeras y cargan la pólvora de sus viejos diarios.
Amén.